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Canal Diocesano - Popular TV

Radio Santa María de Toledo "PAN DE VIDA"

Pueden escuchar el programa de radio "Pan de Vida" del Arzobispado de Toledo, España. Programa dedicado a fomentar la Adoración Eucaristica perpetua en la Diócesis de Toledo desde que se inició en el año 2005. Lo interesante de este programa es que durante la primera media hora son testimonios de personas que participan en la adoración y cómo les ha cambiado la vida. En la segunda parte D. Jesús, sacerdote y rector de la Capilla, aclara dudas que le surge a la gente, con sencillez y fiel a la doctrina. El Horario (ESPAÑA) Jueves 20 a 21 horas-- Viernes 1 a 2 horas-- Sábado 0 a 1 horas-- Domingo 9 a 10 horas

viernes, 25 de diciembre de 2009

Natividad del Señor


«Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros»

Lectura del profeta Isaías 52, 7-10

«¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!» ¡Una voz! Tus vigías alzan la voz, a una dan gritos de júbilo, porque con sus propios ojos ven el retorno de Yahveh a Sión. Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén, porque ha consolado Yahveh a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha desnudado Yahveh su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de la tierra la salvación de nuestro Dios».

Lectura de la carta a los Hebreos 1,1- 6

«Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado. En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él Padre, y él será para mi Hijo? Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios».

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 1,1-18

«En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado».


 Pautas para la reflexión personal

 El vínculo entre las lecturas

«¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la Buena Noticia!» Podemos decir que el tema central de todas las lecturas en la Natividad del Señor es el mismo Jesucristo: Palabra eterna del Padre que ha puesto su tienda entre nosotros, que ha acampado entre los hombres. El prólogo del Evangelio de San Juan nos habla de la «Buena Nueva» esperada y anunciada por los profetas (Primera Lectura), nos habla del Hijo por el cual el Padre del Cielo nos ha hablado (Segunda Lectura) y nos revela la sublime vocación a la que estamos llamados desde toda la eternidad «ser hijos en el Hijo».

 «¡Saltad de júbilo Jerusalén!»

El retorno del exilio es inminente y el profeta describe gozoso el mensajero que avanza por los montes como precursor de la «buena noticia» de la liberación del exilio, al mismo tiempo que anuncia la esperada paz y la inauguración del nuevo reinado de Yavheh sobre su pueblo elegido. «Ya reina tu Dios», surge así una nueva teocracia en la que Dios será realmente el Rey de su pueblo y Señor de sus corazones. Los centinelas de Jerusalén son los primeros que perciben la llegada del mensajero con la buena noticia: Dios de nuevo se ha compadecido de su pueblo y «arremangándose las mangas» ha luchado en favor de Israel ante los pueblos gentiles.

 «¡Os ha nacido un Salvador!»

En todas las Iglesias del mundo resonó anoche durante la celebración eucarística la voz del Ángel del Se¬ñor que dijo a los pastores de la comarca de Belén: «Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salva¬dor, que es el Cristo, Señor» (Lc 2,10-11). Lo más extraordina¬rio es que este anuncio se ha repetido todos los años, por más de dos mil años, y en todas las latitudes, sin perder nada de su actualidad. ¿Cómo es posible esto? Hay en ese anuncio dos términos que responden a este interrogante: la palabra «hoy» y el nombre «Señor». La primera es una noción temporal, histórica, y en este texto suena como un campanazo. Ese «hoy» fija la atención sobre un punto determinado de la historia humana, que sucesivamente ha sido adoptado con razón como el centro de la historia. El nombre «Se¬ñor», en cambio, se refiere a Dios, que es eterno, infini¬to, ilimi¬tado, sin sucesión de tiempo. El anuncio quiere decir entonces que el Eterno se hizo temporal, que entró en la historia. ¿Para qué?

Para que nuestra historia tuviera una dimensión de eterni¬dad. Por eso es que los acontecimientos salvíficos, los que se refieren a la persona del Señor, son siempre presente. Ese «hoy» es siempre ahora. Es lo mismo que expresa San Juan en el Prólogo de su Evangelio, que hoy leemos en la Misa del día. Esta solemni¬dad, dada su importancia, tiene una Misa propia de la vigi¬lia, otra Misa de media noche y otra Misa del día.

 «La Palabra habitó entre nosotros»

El Prólogo del cuarto Evangelio parte del origen mismo, pone como sujeto la Palabra y, en frases sucesivas, aclara su esencia: «En el principio existía la Pala¬bra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios». Este «principio» no hace alusión a ningún tiempo, porque se ubica antes del tiempo y está perpetuamente fuera del tiempo. El sujeto al que se refiere todo el texto de San Juan es «la Palabra» que es mencionado otras dos veces: «La Palabra era la luz verdade¬ra que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (v. 9). Y en el v. 14, el punto culmi¬nante de todo el desarro¬llo, el que expli¬ca todo, porque todo conduce hacia allí: «Y la Pala¬bra se hizo carne y puso su morada entre nosotros». La Palabra, que es la Luz verdadera y cuya esencia es divina, es decir, espiritual, se encarnó. El intangible, invisi¬ble, impasible, atemporal se hizo, tangible, visible, sometido a padeci¬mientos y temporal. Para decirlo breve: Dios se hizo hombre.

Es Jesús, quien es la Palabra del Padre. En el misterio de Jesucristo no se puede separar la eternidad del tiempo, el Verbo de Jesús. Sería traicionar la revelación de Dios. A lo largo de la historia Dios había pronunciado palabras por medio de los profetas, palabras que manifestaban de modo incompleto la revelación de Dios. Con Jesucristo el Padre pronuncia la última, definitiva y única Palabra, en la que se comprende y llega a plenitud toda la revelación. Por eso leemos en la Constitución Dei Verbum: «La economía cristiana, por ser alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor» . Es decir todo lo que el Padre quería revelarnos para nuestra salvación ya lo ha realizado en Jesucristo.

El hombre por su propia naturaleza está afectado por el tiempo, es decir, participa de esa característica que posee todo ser temporal: nacer, desarro¬llarse y, finalmente, fenecer. ¿Cómo puede hacer el hombre para entrar en la eternidad? El hombre vive de una vida natural cuyos procesos son el objeto de las ciencias naturales, la biología, la psicolo¬gía, la sociología, etc. ¿Cómo puede hacer para poseer la vida divina y eter¬na sin que quede anulada su vida natural? Esto lo consigue el hombre me¬diante un acto que se cumple en el tiempo, pero le obtiene la eternidad. Este acto es la fe en Cristo, la fe en su identidad de Dios y Hombre, de eterno y temporal, de Hijo de Dios e Hijo de María.

 «Vino a su casa y los suyos no la acogieron»

El texto continúa refiriéndose a «la Palabra» y menciona que los suyos no la acogieron pero aquellos que sí lo hicieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. El nombre, en la Sagrada Escritura, está en el lugar de la identidad personal. Y esto lo repitió Jesús muchas veces en su vida. Citemos al menos una: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). Y el mismo Juan en su carta explica: «Os he escrito estas cosas para que sepáis que tenéis vida eterna, vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios» (1Jn 5,13).

Jesucristo, en quien concurren la humanidad y la divinidad, es el único camino por el cual el hombre puede alcan¬zar a Dios. Lo enseñó Él mismo cuando dijo: «Yo soy el Camino... Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6). No hay otro camino pues en ningún otro se juntan la naturaleza humana y la natura¬leza divina, el tiempo y la eternidad; ningún otro es verdadero Dios y verdadero hombre. Y la aparición de esta posibilidad en el mundo es lo que celebra¬mos hoy.

Es una posibilidad que está abierta también hoy y lo estará siempre pues «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre» (Heb 13,8). También hoy está abier¬ta la opción de acogerlo o no acogerlo, de creer o no creer en Él. Si Jesús nació en un pesebre, «porque no había lugar para ellos en la posada» (Lc 2,7), es porque quiso ubicarse en el grado más bajo de la escala humana, a nivel infrahuma¬no. Lo hizo para que nadie se sienta excluido, ni siquiera el hombre más miserable, y todos tengan abierto el camino de la salvación. A todos, como a los pastores, se les anuncia: «Hoy os ha nacido un Salvador». ¡Acogedlo!

Una palabra del Santo Padre:

«Hoy quiero dirigir la mirada a la figura de san José. En el Evangelio de hoy, san Lucas presenta a la Virgen María como «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lucas 1, 27). Sin embargo, el que más importancia da al padre adoptivo de Jesús es el evangelista Mateo, subrayando que gracias a él el Niño quedaba legalmente introducido en la descendencia de David, cumpliendo así las Escrituras, en las que el Mesías era profetizado como «hijo de David». Pero el papel de José no puede reducirse a este aspecto legal. Es modelo del hombre «justo» (Mateo 1, 19), que en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por esto, en los días que preceden a la Navidad, es particularmente oportuno establecer una especie de diálogo espiritual con san José para que nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe.

El querido Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de san José, nos dejó una admirable meditación dedicada a él en la exhortación apostólica «Redemptoris Custos», «Custodio del Redentor». Entre los muchos aspectos que subraya, dedica una importancia particular al silencio de san José. Su silencio está impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en actitud de disponibilidad total a la voluntad divina. Es decir, el silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino más bien la plenitud de fe que lleva en el corazón, y que guía cada uno de sus pensamientos y acciones.

Un silencio por el que José, junto con María, custodia la Palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, cotejándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santa voluntad y de confianza sin reservas en su providencia. No es exagerado pensar que Jesús aprendiera --a nivel humano-- precisamente del «padre» José esa intensa interioridad, que es la condición de la auténtica justicia, la «justicia interior», que un día enseñará a sus discípulos (Cf. Mateo 5, 20).

¡Dejémonos contagiar por el silencio de san José! Nos hace tanta falta en un mundo con frecuencia demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación de la Navidad, cultivemos el recogimiento interior para acoger y custodiar a Jesús en nuestra vida».

Benedicto XVI. Ángelus 18 de diciembre de 2005.


 Vivamos nuestro Domingo a lo largo de la semana

1. Nos dice el gran Papa San León Magno: «Nuestro Salvador, amadísimos hermanos, ha nacido hoy; alegrémonos. No puede haber, en efecto, lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa. Que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos, nuestro Se¬ñor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido para salvarnos a todos. Alégrese, pues, el justo, porque se acerca a la recompensa; regocíjese el pecador, porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es lla¬mado a la vida». ¡Vivamos hoy la alegría por el nacimiento de nuestro Reconciliador! Compartamos esta alegría en nuestra familia, en nuestro trabajo, con nuestros amigos, con las personas necesitadas.

2. Volvamos a lo esencial de la Navidad. Todo el resto se subordina a la gran verdad de nuestra fe: Navidad es Jesús. ¿Qué voy hacer en mi familia para que éste sea el mensaje central en estos días?

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 525-526.

8 comentarios:

  1. (Icono de Theófanes de Creta.1546. Monasterio Stavronikita. Monte Athos. Grecia)
    Texto bíblico: Lucas 2, 1-20

    INTRODUCCION. Este icono sigue el esquema tradicional de la representación del Nacimiento de Jesucristo, según la Iglesia Ortodoxa que reúne en un mismo icono narraciones del Evangelio y de los Apócrifos.

    El icono de la Natividad, es el prólogo de esa gran epopeya que es la historia de la salvación. Y como en el prologo de los poemas encontramos sintetizados los puntos destacados de lo que se cantará, así en el icono de la Natividad hallamos el compendio de los misterios del cristianismo: la encarnación, la muerte y la resurrección.

    “ Este es el acontecimiento por el que los patriarcas suspiraban, los profetas predecían y los justos deseaban ver” (Juan Crisóstomo. Sermón 34).

    “Dios se ha manifestado naciendo, la Palabra toma espesor, lo invisible se deja ver, lo intangible se hace palpable, lo intemporal entra en el tiempo, el Hijo de Dios se convierte en Hijo del Hombre” (Gregorio Nacianceno. Sermón 38).

    “ “¿Qué podemos ofrecerte, oh Cristo, por que te has mostrado sobre la tierra para nosotros como hombre?. Cada una de tus criaturas te trae su testimonio de gratitud: los Ángeles te ofrecen el canto; los cielos, la estrella; los Magos, sus presentes; los pastores su asombro; la tierra una cueva; el desierto un pesebre. Nosotros en cambio una madre virgen” (Himno de la víspera de Navidad atribuido a Anatolio)

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  2. LA MONTAÑA, ANGELES Y PASTORES
    MONTAÑA.- La escena esta encuadrada por una montaña en forma piramidal que se eleva en todo el espacio visual. Es la montaña mesiánica tal como Isaías lo profetizo: “El monte del Señor será erigido sobre la cima de las montañas y será mas alto que las colinas”...”Él agitará la mano hacia el monte de la hija de Sión, hacia la colina de Jerusalén”.” No se hará mas daño ni mal sobre mi monte santo, porqué el país estará lleno del conocimiento del Señor” Is. 2,2;10,32; 11,9

    La montaña del Señor, resplandeciente, viene al mundo, traspasa y trasciende cada colina y cada montaña, es decir la altura de los ángeles y de los hombres. La montaña es Cristo.


    En algunos casos el monte presenta dos cimas: las dos naturalezas de Cristo, la humana y la divina.

    En primer plano respecto a la montaña se halla siempre representada la Madre de Dios. Esto viene a significar que la montaña es también imagen de la Virgen: “El monte Sión que el ama”. Sal, 77 (78), 68.”

    Es la montaña que Dios se ha dignado elegir para su estancia”. Sal. 67 (68).17,4.

    El centro de la escena lo ocupa una plataforma donde esta María arrodillada y la cueva del nacimiento en la que Dios se manifiesta.

    En esta montaña o nuevo Sinaí, donde Dios se revela, Dios es el que está a la entrada de la cueva y la humanidad simbolizada por María puede mirar cara a cara a Dios sin taparse el rostro, pues Dios esta bajo el velo de la carne en Jesucristo. Dios se ha hecho Hombre. Dios se hace visible y accesible al hombre.

    Todo lo contrario pasó en la revelación del Sinaí a Moisés, este se esconde en la cueva y se tapa al paso de Dios, solo le puede ver la espalda, ya que el hombre no puede resistir el esplendor y la belleza divina.

    Por eso Dios se encarna para poderse hacer accesible al hombre y pueda ver a Dios sin miedo ni taparse la cara.

    ANGELES.- Arriba se hallan representados un grupo de ángeles que cantan mirando al cielo y a la tierra: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Representan la naturaleza angélica que acude al evento extraordinario; uno de ellos, destacado del grupo, se encuentra hablando con uno o más pastores.

    Este ángel anuncia al pastor la gran alegría de la salvación y lo hace extendiendo la mano y haciendo el signo de la Encarnación-Trinitaria. : dos dedos juntos y tres tocándose por las puntas. Su significado es la salvación viene del Dios Uno y Trino a través de la Encarnación de Cristo.

    El pastor y el ángel están en dialogo. Con la Encarnación de Jesucristo, el mundo divino y el humano empiezan un dialogo que ya nunca se perderá. Dios estará en medio de los hombres y el mismo les hablará y cada hombre podrá hablar directamente con Dios, sin intermediarios.

    PASTOR.- El pastor o pastores representan al pueblo “que caminaba en tinieblas y vio una gran luz”. Is. 9,1. En efecto, había aparecido la luz sobre los habitantes de la tierra de sombras de muerte. “Dijo el ángel: “ Os anunció una gran alegría, os traigo una buena noticia, para todo el pueblo; pues os ha nacido un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontrareis un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” Os. 10,12; Is. 61,11.

    A los pies del pastor hay un niño tocando una flauta, es la antítesis de la música celestial y hace referencia a un himno de maitines de la vigilia: “ Interrumpiendo el sonido de las flautas pastorales, la armada celestial gritaba...”.

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  3. CUEVA, VIRGEN Y EL NIÑO
    CUEVA.- En el centro de los iconos se abre una cueva que muestra las entrañas de la montaña. Representa el infierno y la muerte sobre la que está suspendido Cristo y que intenta engullirlo. Es la misma vorágine oscura que se halla en los iconos de la Resurrección.

    VIRGEN.- Fuera de la cueva, está representada la Madre de Dios. Generalmente está recostada, alguna vez sentada y en algunos arrodillada, como en este caso. Esta postura ultima denota la influencia occidental.

    Ella es la Reina que esta erguida a tu derecha, puesto que es la madre del Rey, aquella que goza de la divina confianza y que ha obrado en ella maravillas.

    La Virgen generalmente no mira al Niño, sino hacia el infinito custodiando y reflejando en su corazón todo aquello que de extraordinario había acontecido en ella. Lc. 2,19.

    Sobre su rostro se lee la tristeza humana de una madre que quería dar algo mas a su Señor y parece decir: “ Cuando Sara trajo al mundo un hijo, recibió vastos territorios como homenaje, yo en cambio no tengo un nido: me ha sido prestada esta caverna donde tu has querido habitar, mi pequeño, Dios antes de los siglos”. Romano el Meloda XIII,14.

    La Madre de Dios se halla colocada próxima al corazón de la montaña; “representa la luz que mana de la zarza del Sinaí” Gregorio Niseno, sermón 21, 119.

    María va vestida con su maforion o manto donde las tres estrellas (frente y ambos hombros) proclaman su virginidad antes en y después del parto.

    Representan la señal de la santificación obrada en ella por la Trinidad para que fuera progenitora de Dios.

    “Virgen antes, en y después del parto, sola siempre Virgen en el espíritu, en el alma y en el cuerpo”. Juan Damasceno, sermón 57, 5

    “Pues Dios era aquel de quien ella nació, por ello la naturaleza su curso mudó... Israel atravesó el mar sin mojarse; ahora la Virgen ha generado a Cristo sin contaminarse. Después de la travesía de Israel, el mar quedó inatravesable; la Inmaculada, después del nacimiento de Emmanuel, permaneció incorruptible” Himno a la Madre de Dios (Theotokion)

    Adora a su Hijo y Dios en actitud de esclava del Señor, dispuesta ha hacer todo lo que él diga, así lo expresan sus manos cruzadas en el pecho.

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  4. NIÑO.- Entre la Virgen y la entrada de la cueva aparece el Niño envuelto en pañales colocado más que en un pesebre, en un sepulcro de forma tradicionalmente rectilínea y con las paredes de mampostería.

    El Niño está envuelto como amortajado. Evoca una figura mortuoria, en concreto la imagen de Lázaro, que el pesebre sarcófago contribuye a evidenciar. “Esta envuelto en pañales por causa de cuantos habían revestido entonces las túnicas de piel”. Romano el Meloda XIII; 14.Gen. 3, 21

    Los paños serán para los pastores señal del reconocimiento del Niño, como serán la señal tangible de la resurrección para las mujeres, Pedro y Juan ante el sepulcro vacío. Lc. 2, 13; Jn. 20,1ss

    Los pañales del Niño son las vendas mortuorias que después aparecerán esparcidas por el sepulcro cuando resucite. Este Niño es ya desde ahora el que va a vencer la muerte con su Resurrección. Nacemos para morir y resucitar con él.

    Ya desde el principio de la vida de Jesús, la Iglesia lo proclama Vencedor de la muerte en la representación de su nacimiento. Es mas la cuna sepulcro esta suspendida sobre las tinieblas de la cueva, el infierno y la muerte. Es el sol de lo alto que nos sacara de las tinieblas de la muerte.

    “...su cuerpo fue como un cebo, arrojado en brazos a la muerte, para que mientras el dragón infernal esperaba devorarle, tuviera en cambio que vomitar a aquellos que ya había devorado. Él arrojó la muerte para siempre y secó de todos los ojos las lagrimas.” Cirilo de Jerusalén. Catequesis 12, 15.

    “De la Virgen ha nacido el rey de la Gloria, revestido de la púrpura de su carne, que visitó a los prisioneros y proclamó la liberación” de cuantos se hallaban en tinieblas. Juan Damasceno sermón 55, 4.

    “Como Jonás en el vientre de la ballena, Cristo ha entrado en las fauces de la muerte... como nuevo Adán, para recuperar la dracma perdido: el genero humano. Los cielos se inclinan hasta el profundo abismo, en las profundas tinieblas del pecado. Llama portadora de luz, la carne de Dios, bajo tierra disipa las tinieblas del infierno. La luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la han visto”. Orígenes. Comentario sobre S. Juan.

    ANIMALES.- En el interior de la cueva se distinguen el buey y el asno, en el ámbito eslavo, un caballo. Estos tienen diversos significados.

    Simbolizan a los gentiles. El buey representa el culto a Mitra y el asno la lujuria, representación de aquellos que teniendo el misterio de la Encarnación de Dios delante no saben verlo o no quieren verlo, de ahí que sus miradas inexpresivas se dirijan a un punto perdido.

    También son representación de las fuerzas instintivas e irracionales que emergen de las profundidades del alma humana y llevan al pecado y que Cristo amansara y vencerá en su vida, muerte y resurrección.

    María representa esa naturaleza que llena de Dios se libera de todo lo que no sea Dios mismo y se espiritualiza hasta el punto de vivir solo por él y para él.

    El cuerpo de María es ascético, flaco; el de los animales gordo y redondeado.

    Por último representan la Palabra del profeta Isaías: “ el buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel, en cambio, no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” Is. 1,3

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  5. JOSE. PASTOR-DEMONIO.ARBOL
    JOSE.- En la parte inferior aparece José pensativo y apartado. Delante de él un hombre vestido con pieles y apoyado en un bastón.
    José personifica el drama humano: el hombre ante el misterio. José se interroga frente al misterio.
    José duda sobre el adulterio de María.

    DEMONIO-PASTOR.- La literatura apócrifa atribuye a José esta duda y el pastor que habla con él, apoyado sobre un bastón, alimenta y confirma los pensamientos de José ya que es el diablo que suscita una tormenta de sentimientos encontrados en el interior de José.

    El diablo vestido con piel de cabra, le tienta sobre la virginidad de María, diciéndole según los apócrifos: “ Como este bastón que yo llevo no puede producir brotes, del mismo modo un viejo como tu no puede engendrar y una virgen no puede alumbrar”.

    Y como todo tentador es sugerente, amable y seductor. De ahí que aparece el diablo de forma tranquila, coloquial y amistosa con José. Este está caviloso sobre la decisión a tomar.

    Toda tentación nos hace vacilar, si nuestra mirada no esta puesta en Cristo y sí sobre nosotros mismos.

    ARBOL.- La tradición da al pastor el nombre de Tirso. En la antigüedad pagana, el tirso era un largo bastón atributo típico de Dionisio y de sus sátiros y bacantes, entidades representativas del paganismo y del racionalismo.

    Junto al pastor demonio hay un arbolito que brota de un tronco seco. “ un vástago brota del tronco de Jesé, un rebrote sube desde las raíces. Sobre él reposara el Espíritu del Señor... por él rescatara el Señor a su pueblo” Is. 11,1-2.

    El arbolillo representa una respuesta a las palabras del pastor-demonio. “Dios no es esclavo de las leyes que regulan la vegetación, es su Creador y si hizo brotar la vara de Aarón, mucho mas puede hacer que una Virgen florezca y de fruto”. Cirilo de Jerusalén. Catequesis XII, 28.

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  6. NUBE, ESTRELLA, EL ASOMBRO DE LO CREADO
    NUBE Y ESTRELLA.- En la parte superior del icono se representa una nube que se retira hacia el cielo o lo muestra.

    Los Apócrifos cuentan que “en el momento del nacimiento, la nube que recubría la cueva, se disipó y apareció una gran luz, que la vista no era capaz de mantener. Luego esa luz decreció lentamente y apareció el Niño” Protoevangelio de Santiago 19,2.

    La nube evoca la presencia de Dios que puso en las tinieblas su escondrijo. Sal. 17, 12.. La nube es de gran tradición y simbolismo en le Antiguo Testamento y siempre revela la presencia misteriosa de Dios: la nube guía a Israel por el desierto hacia la Tierra Prometida, le revela en el Sinaí, baja sobre el Santuario, se transfigura como una nube en el Tabor y en la Ascensión la nube vela la visión del Resucitado.

    De la nube o cielo abierto desciende una haz de luz hasta la tierra que se divide en tres rayos directos hacia el Niño: es la Unidad y Trinidad de Dios que se manifiesta como luz. Al mismo tiempo representa la estrella.

    En unas representaciones lleva dentro la paloma del Espíritu, en otras como en este caso, va la cruz: nace para morir y resucitar.

    El Hijo de Dios es icono vivo e idéntico del Padre... a través del cual hemos tenido acceso al Padre. Nuestra mente iluminada por el Espíritu, mira hacia el Hijo y en Él, como en un icono, contempla al Padre”. Macario Crisocefalo. Homilía sobre la fiesta de la Ortodoxia. Roma 1980.

    La estrella es la culminación de la profecía de Isaías: “ Levántate y resplandece, pues ha llegado tu luz, y la gloria del Señor amanece sobre ti, mientras la oscuridad envuelve la tierra y las tinieblas los pueblos, sobre ti viene la aurora del Señor...” Is. 60, 1-4.

    ASOMBRO DE LO CREADO.- Viene representado por las ovejas o cabras que hay delante del niño que toca la flauta y que miran hacia lo alto. Ellos expresan el asombro de la creación ante tan gran misterio: Dios se hace Hombre. Nadie consigue proseguir en su acción natural, tal es el estupor y temor del Universo que reconoce la presencia de Dios y se detiene extasiado ante su gran misericordia.

    Todo lo creado queda trastornado ante tanta maravilla.

    Esto viene narrado en los Apócrifos: Protoevangelio de Santiago 18, 1-3 y del Himno de la gran Hora de Navidad de la Iglesia Ortodoxa que se inspira en este Apócrifo.

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  7. MAGOS

    Debajo de los ángeles que cantan el gloria aparecen los tres reyes de oriente a caballo y guiados por la estrella que miran y que tiene forma de cruz dorada y gloriosa, siguen al que morirá para resucitar y dará a toda la humanidad la entrada a la vida eterna.

    Los magos representan a los hombres ajenos a la Antigua Alianza que el nuevo Reino Mesiánico ha de incluir. Los santos y justos, aunque no sean de Israel, son gratos a Dios y Cristo extiende su elección y primogenitura a todos los pueblos, representados por los Magos.

    Los Magos prefiguran a las mujeres miroforas que van al sepulcro, ellas se animaban diciendo: “ Apresurémonos, adorémoslo como los Magos y llevémosle como presente ungüentos a Aquél que ya no está envuelto en pañales sino en una mortaja” Oda VI del Canon de los maitines de la Resurrección.

    Los Magos, a su vez, como las miroforas, se convirtieron en “divinos heraldos que al volver a su tierra anunciaron a Cristo a todos” Himno Akatistos. De Romano Meloda XII,21.

    “Los Magos vieron en manos de la Virgen a Aquél que plasmó con sus manos a los hombres; comprendiendo que era el Señor, aunque hubiera tomado forma de siervo, se apresuraron a honrarle con un triple don, como el himno de los Serafines que lo proclama tres veces Santo” Himno Akatistos de Romano Meloda XII,21.

    La tradición iconográfica ha transmitido una constante de los Magos: la edad. Presentan en efecto unas semblanzas juveniles, adulto y viejo, reproduciendo así las tres edades del hombre en una única síntesis visual.

    BAÑO. COMADRONA EVA

    COMADRONA.- En la parte inferior de este icono hay dos mujeres que preparan el baño al niño. Esto es influencia de la iconografía helenística que tanto ha influido en el arte cristiano. Aunque tiene su desarrollo cristiano en los Apócrifos, en concreto en el Protoevangelio de Santiago 19 y 20. Allí se narra como una partera testimonia la maternidad divina de María y Salome certifica la virginidad de María y ayudan a esta bañando al Niño.

    Según la tradición la comadrona es Eva que junto a Salome se ocupan del Niño. Eva da la vida mortal, María la Inmortal. María pone en manos de Eva la Vida Inmortal: su Hijo.

    En este icono hay dos figuras del Niño Jesús, que no es tan niño, siempre se le representa con cara de mayor, con entradas en el pelo, porque ya des del principio es verdaderamente hombre.

    El Niño Jesús del sepulcro acentúa su resurrección, su divinidad.

    El Niño Jesús del baño en manos de Eva, acentúa su debilidad y muerte, su humanidad. Como Hombre necesita de cuidados, atenciones y cubrir sus necesidades. Es por tanto hombre, no solo en apariencia sino realmente.

    Es la síntesis de todo el icono: Jesucristo Dios y Hombre.

    BAÑO.- Pero esta imagen del baño ha adquirido un significado sacramental: el bautismo.

    El recipiente donde se le va a bañar tiene forma de pila bautismal. Prefiguración de su muerte y descenso a los infiernos.

    El baño es como un entierro en sepulcro liquido, el mismo en que esta inmerso el Cristo en el icono de la Epifanía.

    “En el sacramento del bautismo, el acto de descender en las aguas y volver a salir simboliza el descenso a los infiernos y la salida de esta morada junto con Cristo” Juan Crisóstomo. Homilía 40.

    “Por el bautismo morimos con Cristo para resucitar con él” Rm. 6, 1-4.

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  8. Documento extraído de:

    www.elarcadenoe.org/iconos/natividad.htm

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